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El asesinato de reporteros en EEUU pone en evidencia la ética periodística

El asesinato de la reportera Alison Parker (24) y el cámara de televisión Adam Ward (27), a manos de su ex compañero de profesión Vester Flanagan durante una conexión en directo en Virginia el pasado miércoles, ha saltado a las portadas de todos los periódicos internacionales, no sin antes haber sido viral a través de Internet.

La prensa tiñe sus primeras planas con la imagen congelada en el momento del homicidio. De esta manera, el sensacionalismo regresa al periodismo en un nuevo capítulo con esta tragedia, propagando otro ejemplo de mala praxis profesional.

¿Quién regula la mala praxis periodística?
Cada país posee un organismo independiente que establece sus propias normas periodísticas con el fin de defender el derecho a la información que caracteriza a una sociedad democrática. Si bien la Unión Nacional de Periodistas de Reino Unido (NUJ, sus siglas en inglés) – la cual se compone por un número limitado de normas – prácticamente no es tenida en cuenta por la prensa amarillista inglesa, en España es la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) quien regula las normas que deben estar presentes para ejercer una práctica periodística correcta dentro del marco establecido.

Según recoge el organismo español en su código 4.b: “El periodista respetará el derecho de las personasa su propia intimidad e imagen, teniendo presente que el tratamiento informativo de los asuntos en que medien elementos de dolor o aflicción en las personas afectadas, el periodista evitará la intromisión gratuita y las especulaciones innecesarias sobre sus sentimientos y circunstancias”.

Una norma que han pasado por alto los medios españoles y una evaluación moral que la prensa británica más amarillista no ha tenido en cuenta, publicando así la imagen del instante previo a la muerte de Alison Parker y Adam Ward llegando, incluso a manipular la fotografía con un efecto de fuego en el arma del homicida.

¿Dónde está el límite de la morbosidad?
No es la primera vez que la deontología periodística – ciencia que estudia el buen hacer de la profesión – se ausenta en un tema tan delicado, ni será la última.  Si tiramos de hemeroteca, podemos encontrar numerosos casos en los que la morbosidad traspasa límites éticos y morales, provocando así un debate público sobre el tema.

Los medios de comunicación optan por moverse hacia los intereses comerciales, dejando a un lado los periodísticos. Actúan, así, bajo la naturaleza de una empresa que busca posicionarse por encima de la competencia con la intención de aumentar las tiradas. En este sentido, la portada que pueda producir una mayor impresión en el público será la elegida para abrir el periódico.

No obstante, el estatus por el que luchan los distintos medios es alimentado por el consumo de una sociedad cada vez más morbosa. La saturación informativa y la hiperconectividad derivada de la revolución tecnológica, que provoca la disminución en ventas de los diarios en papel, ha contribuido a que el público demande, directa e indirectamente, contenidos que van más allá de la moral humana.

Ahora, pues, el consumidor rechaza la opción de leer acerca de un asesinato a mano armada en Estados Unidos, mientras que mostrará verdadero interés si la noticia va acompañada con imágenes del momento del homicidio o, peor aún, un vídeo.

Los dueños de la información y la sociedad “democrática” participan en una espiral sin fin, tropezándose con atentados, muertes o catástrofes naturales y traspasando la franja entre lo morboso y lo periodístico. Pero, ¿quién determina realmente los principios éticos en el periodismo?

Fuente: El Ibérico

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